Detrás de esa vieja piel repleta de arrugas, un misterioso rostro se escondía sin expresión alguna. De nariz aguileña y barbilla picuda, me observaba a través de unos pequeños ojos amarillentos que me desconcertaban continuamente. Las canas se habían apoderado de su larga cabellera y su vestido negro guardaba cierta relación con el peculiar gorro que sostenía sobre sus rodillas.
-¡Viajeros al tren!
Aún viajando en uno de los compartimientos del último vagón, la potente voz del maquinista me sobresaltó. La noche y el frío se habían aliado e hice uso de una de las mantas de lana de oveja que llevaba en mi maleta.
La extraña anciana permanecía frente a mí sin apenas moverse. Sus párpados se fueron cerrando poco a poco y sus minúsculos ojos me fueron perdiendo de vista. Yo entonces, aproveché para observarla con más detenimiento.
Sus manos eran bastas, con tantas o más arrugas que su rostro. De su cuello colgaba una cadena con una pequeña calavera y sus numerosos anillos plateados mostraban desconocidos símbolos y motivos que nunca antes había visto.
De repente el tren frenó bruscamente y la mujer abrió sus ojos dándose cuenta de que yo estaba observando sus peculiares zapatos negros con símbolos norteños. Habíamos llegado a la estación de Hittech y el frenazo había hecho que una escoba cayera al suelo desde la repisa superior, donde iba el equipaje. La vieja, cojeando pronunciadamente, se levantó torpemente de su sitio, tomó la escoba y la volvió a colocar junto a su pequeño bulto.
-Buenas noches.-
La puerta del compartimiento se abrió bruscamente y tuve que incorporarme para poder ver a un pequeño hombrecito de menos de medio metro.
-Hola- dije yo sorprendido.
El extraño viajero tenía un sombrero de tamaño similar al de un cuenco, su piel era bastante blanca y su ropa era de tonos azulados. El pequeño hombre me miró con cierto desprecio y fue a sentarse al lado de la mujer que tenía de frente.
-Déjeme que le ayude.- Por fin la mujer abrió la boca. Su voz era más bien grave y parecía algo fatigada.
-No se preocupe.- Dijo este hombre que, rechazando la ayuda mostrada para poder ser alzado hasta el asiento, dio un ágil brinco sentándose en el banco.
-¡Viajeros al tren!
De nuevo el tren se puso en movimiento y las luces de las antorchas de Hittech se perdieron entre el denso follaje del bosque.
Siempre había oído que el norte de la región de Uttos era un lugar diferente, en el que los habitantes se caracterizaban por ser cerrados y poco amigables. La prueba la tenía en frente de mí. La bruja y el enano conversaban sin parar entre sí, sin darme la oportunidad de poder participar en una discusión en la que poco podía aportar:
-Mira pequeño, las ranas, a la larga, siempre son menos eficaces.
-Depende de para que. Tengo una amiga en Mouggê que las rocía de babas de unicornio. La mejoría es considerable.
-Lo mejor son las salamandras rojas. Por sí mismas, enriquecen las pócimas mucho mejor.
-¿Las salamandras rojas?, prefiero mil veces los ciempiés cojos.
-Si, pues tú me dirás de dónde sacas ciempiés cojos por esta zona. Veo que no tienes ni idea, además, ¿yo qué hago hablando de brujería con un simple enano?, ¡si vosotros no sabéis hacer nada!
-¿Que no sabemos hacer nada?
La chispa había saltado y la tensión crecía hasta el punto de que ambos elevaron sus tonos de una manera preocupante. La voz del enano era aguda y sus cejas se movían con rapidez a la vez que hablaba.
-¿Vais a Mouggê? - pregunté aprovechando que estas dos criaturas habían dejado de discutir por un momento.
-Si, yo voy a Mouggê da Bruxas, pero creo que no es asunto tuyo- Dijo la bruja rascándose la cabeza y mirándome misteriosamente.
Era evidente que mis cuernos y mi largo rabo no me ayudaban mucho en la situación.
-No creo que tu vayas a Mouggê da Bruxas. - dijo el enano señalándome.
-Si, voy allí. -dije algo avergonzado.
La bruja y el enano explotaron con una gran carcajada.
-¿Le has oído vieja?...jaja..- el enano no podía parar de reír.
La risa de la bruja afeaba más a esta, que por momentos, tosía tanto que tuvo que ponerse de pie.
-¡No me llames vieja maldito chinche!- la bruja volvió a enfadarse con el enano.
-¡Maldita bruja, te llamo lo que eres! - el enano estaba enfurecido y le plantó cara.
Por un instante ambos perdieron los nervios y se olvidaron de mi presencia. Las grandes risas a mi costa se esfumaron y la trifulca se alargó hasta que el tren pasó por el pueblo de "Lusiersius". En ese momento, miles de brillantes luciérnagas, volaron alrededor de nuestro tren formando un bello túnel de un intenso brillo, que sirvió para que la bruja y el enano olvidaran su discusión.
Cuando dejamos atrás Lusiersius, la claridad desapareció del vagón respirándose de nuevo ese reconfortable ambiente creado por la tenue iluminación de la luna llena.
Dormí durante un largo tiempo, tanto que pude disfrutar de varios sueños, algo habitual en mí. El sonido del tren me relajaba y la manta de oveja sobre mí hacía que me sintiera muy a gusto. Mis compañeros de viaje habían dejado de hablar y también descansaban en sueños o, por lo menos, eso creía, hasta que abrí mis ojos. Enseguida los entrecerré observando inmóvil la espantosa escena:
Los primeros rayos del sol entraban en el vagón como focos en un escenario, iluminando a una bruja que yacía con los ojos abiertos y en blanco. Colgado de su cuello, el enano succionaba la sangre de la anciana y yo aterrorizado observaba con mis ojos entornados, casi cerrados del todo.
No era un enano, como yo creía; se trataba de un "Sangrunch", una variante del "Vampiro Criputense", muy parecido a los sangrientos y casi desaparecidos "Elfos Mortajos". Lo leí años atrás, en uno de los antiguos libros que estaban en la biblioteca casera de mi tía Cresfa. Los Sangrunch actuaban poseyendo cuerpos de otras criaturas para así poder actuar sin sospechas y alimentarse de la sangre de las Brujas, su presa favorita.
El Sangrunch con forma de enano saltó y trepó hasta la repisa donde estaba la escoba de la bruja. Desde lo alto se dejó caer agarrado al tirador de la ventana y, con su propio peso, deslizó el cristal hasta abrir la misma completamente. De nuevo trepó hasta la repisa y tomó la escoba. Me miró sonriéndome, me mostró sus afilados colmillos y, poniendo la escoba entre sus piernas, se lanzó a través de la ventana, volando velozmente.
No sabía muy bien lo que hacer. Faltaba muy poco para llegar a Mouggê da Bruxas y la anciana muerta continuaba en frente de mí. Desde que el Sangrunch la asesinara, yo había permanecido en mi sitio sin saber como reaccionar.
Un gigantesco hombre de más de dos metros entró en el compartimiento y yo, sobresaltado, me asusté.
-Buenos días.- Su voz era grave y potente.-Sus billetes por favor.- Se trataba del revisor.
Yo, nervioso, saqué el billete de mi bolso de equipaje y se lo entregué. Este lo miró sin mucho interés y me lo devolvió después de morderlo con una de sus muelas.
-¿Se encuentra bien señora?- El revisor se acercó a la bruja que descansaba en paz con sus ojos en blanco.
-¡Guardias!- El revisor gritó con fuerza. En muy poco tiempo dos horribles seres corpulentos aparecieron en el compartimiento y, sin ningún tipo de interrogatorio previo, me cogieron bruscamente por los hombros y me llevaron a otro vagón, donde me cerraron bajo llave en un pequeño compartimiento sin ventanas ni luz alguna.
Faltaba poco para llegar a Mouggê da Bruxas pero en la oscuridad de ese vagón, el corto trayecto se me hizo interminable. Estaba nervioso y asustado. Sabía que todo se pondría en mi contra y que me sería muy difícil demostrar que yo no era el asesino de la bruja.
-¡Fin del trayecto!- Ahora la voz del maquinista se oía más lejos que nunca.
La puerta del compartimiento se abrió y allí estaban de nuevo los dos guardianes.
-Vamos, espabila demonio.- Dijo uno de ellos.
-Yo no he hecho nada.- Dije yo atemorizado.
-Eso se lo explicas a la justicia.- Contestó el otro guardián a la vez que me cogió de uno de mis brazos.
Me transportaron en el interior de un carromato, tirado por dos feos caballos, a una celda que se situaba en el centro del pueblo de Mouggê da Bruxas. Tenía miedo y mis lágrimas y gritos de inocencia no cesaban mientras que, sin querer, observaba las calles, las casas y la gente de Mouggê.
Las brujas caminaban por las calles con los mismos ropajes oscuros y gorros que tenía la bruja asesinada. Desde mi incómoda postura en la que me movía como una marioneta al ritmo de los corceles, pude observar las casas de piedra de Mouggê, la mayoría de ellas tenían retamas y pequeños árboles en sus tejados, lo que permitía que vivieran los “Bisugus”, simbióticos seres de diminutas dimensiones relacionados con la familia de los “gnomos comunes”; esto también lo había leído. Algunas de las brujas ascendían hacia el cielo sobre sus escobas, otras caían como auténticos gatos desde lo más alto. La esencia de azafrán mezclada con el olor de las frutas del bosque de Mouggê se colaron por mi nariz casi hipnotizándome. Pero todo se oscurecía y se transformaba cuando a mi cabeza acudía el reciente recuerdo del sangrunch chupando la sangre del cuello de la mujer.
Pasé dos días en la cárcel de Mouggê esperando a que me enjuiciaran. Sin duda, fueron los peores de mi vida. Los guardianes me trataron muy mal y me pisaban el rabo riéndose continuamente de mí. La comida era nefasta y siempre la aliñaban con pequeños insectos que se movían haciéndome vomitar. Compartí techo con las más terribles y maliciosas criaturas que había visto jamás: trolls, ogros, ninfas negras, orcos…, fue un calvario en el que los dos días se me hicieron tan largos como meses.
Cuando llegó el día del juicio, la plaza de Mouggê estaba repleta de seres que habían venido desde muchos puntos de la comarca, pero sobre todo había brujas, muchas brujas.
Los altos gorros negros y picudos me impactaron cuando me encontré en el centro de la plaza. A mi alrededor, las enlutadas brujas me miraban con sus ojos amarillentos. Yo, aterrorizado, permanecía sobre una tarima de madera, junto a una hoguera lista para encenderse y un travesaño en vertical clavado en el medio de ésta. Yo estaba amarrado por una mandrágora, que con vida propia, me oprimía cada vez más las muñecas.
-Señor Peopertonic.- Un hombre con varios brazos se dirigió a mí mientras las brujas pedían silencio ante el murmullo.
Yo le miré con cara de circunstancias sin decir nada.
-Es usted el único sospechoso del asesinato ocurrido en el tren que se dirigía a Mouggê de Bruxas.
-Yo no la maté, fue un sangrunch. –Dije nervioso al extraño ser que dirigía el juicio.
Un murmullo general se apoderó de la plaza de Mouggê.
-¿Y donde está ese sangruch que dice, señor Peopertonic?-preguntó el juez moviendo sus numerosos brazos lentamente de arriba abajo.
-Escapó volando por la ventana del vagón con la escoba de la bruja.- dije con decisión.
De nuevo se produjo un murmullo general.
-¡Silencio por favor!.- Gritó uno de los guardianes.
-Señor Peopertonic. – El juez hablaba pausadamente. –Es ridículo pensar que los sangrunch vuelan con escobas de brujas y además, de todos es sabido que, afortunadamente, no quedan sangrunch por estas tierras.
Yo me sentía mal, no sabía qué hacer ni qué decir. Todo estaba en mi contra pero volví a intentarlo.
-Si yo fui el asesino, entonces ¿por qué no escapé? – pregunté al juez.
-Si usted no fue el asesino, entonces ¿por qué no avisó a los guardias?- el juez contestó rápido, como si supiera lo que iba a preguntar.
-No lo sé.- Dije llorando.
-¿A que se debe su visita por estos lejano lugares? ¿Por qué eligió viajar hasta Mouggê da Bruxas?
-Quería huir de mi tierra. No me gusta mi forma de vivir y sólo quería descubrir nuevos horizontes. –Mi llanto crecía y me sentía como un niño pequeño.
-Señor Peopertonic, los demonios no están bien vistos por estas tierras. Sus palabras, a mi juicio, son claras calumnias de un habitante del infierno y creo que ha llegado la hora de que el jurado popular ratifique mi fallo.
-Pero señor juez, no todos los demonios somos iguales.-dije yo desesperado.
-¿Culpable a la hoguera? ¡Escobas arriba! – el juez gritó fuertemente en el medio de la plaza de Mouggê.
Cientos de escobas se alzaron alrededor de mí. Algunas de las brujas reían y otras permanecían impasibles, pero todas coincidían con sus escobas alzadas.
-¡Matadlo ya! ¡Acabad con él! ¡Que se queme en el infierno!- Los asistentes se alteraban.
-Yo, Felixhín Atroz, Juez Mayor de Mouggê da Bruxas, declaro al demonio Peopertonic, culpable.- El juez hizo una señal con la mano a un hombre al que las brujas le abrieron el paso. Los asistentes empezaron a gritar de júbilo a la vez que yo lloraba sin ninguna esperanza de sobrevivir.
Una especie de elfo sin nariz se aproximó a la hoguera. Éste, con una correa metálica, llevaba un ser que identifiqué como un “Fosfodrum”, de la familia de los dragones albinos. Los guardianes me empujaron hasta la hoguera y la mandrágora hizo el resto, atándome en el travesaño que salía de la pira.
-¡No por favor, soy inocente!- gritaba yo en balde, pues el griterío de los asistentes crecía cada vez más.
El hombre sin nariz dijo algo a su Fosfodrum, alguna palabra que no llegué a entender. El Fosfodrum movió su garganta y escupió una bola de fuego que cayó en la hoguera, justo donde yo me encontraba.
-¡Nooo!- El fuego comenzó a quemar mis pies y mi rabo.
La hoguera tomaba fuerza y yo observaba las arrugadas y emocionadas caras de las brujas, escuchaba los cantos y gritos de victoria que cada vez sonaban más lejos.
El fuego se apoderó de mi cuerpo y, de repente, abandoné Mouggê da Bruxas encontrándome en un lugar que me resultaba muy familiar. Estaba rodeado por cataratas de lava, ríos de fuego y nubes de sangre. Al fondo, detrás de un árbol muerto, estaba mi hermana:
-Pero Peopertonic, esta vez sólo has aguantado una semana fuera, ¿que te ha pasado?
-No quiero ser un demonio.-Dije entre lágrimas.
- Peopertonic, sabes que eso es imposible. Nuestro lugar siempre será el infierno.
La brillante fruta
Hace 5 semanas
18 comentarios:
Mouggê da Bruxas narra la breve aventura de un pobre diablo que se verá envuelto en una trama
cuyo final se torna siempre en su punto de partida.
Me ha encantado!! Me enganché de principio a fin, y vi imagen tras imagen cada escena de esta aventura...
Aqui seguiremos leyéndote!
Un beso
Me ha gustado mucho, yo creo que estás mejorando tanto en el argumento como en la forma de escribir que me parece cada vez más clara y a la vez bonita.
Enhorabuena.
GRANDE GONZA GRANDE....
Me gusta esa capacidad imaginativa que tienes... lo del "Sangrunch" genial.
Espero ya impaciente tu siguiente relato ^^
Un saludo!!!!
La fantasía me encanta y de momento no me pierdo ningún relato.
La verdad es que eres grande.
Un saludo.
Me ha gustado mucho ,pues siempre te leo .Un un beso.
hola!sos genial..excelente historia...me atrapo....tienes un don para escribir....gracias por compartir...
no nos dejes tanto tiempo sin leerte..nos mal acostumbras...
es un placer visitarte...
besos.
silvia cloud
hola miguel, soy de la Patagonia Argentina, ya hemos intercambiado mails en donde pasaste por mi blog. muy buen trabajo. pasa por el mio, ya que hay muchas cosas nuevas.
un abrazo
LUIS
http://desertordelavida.blogspot.com
Genial!!
Una historia muy bien enlazada, me ha gustado mucho! ;)
La frase final es absolutamente perfecta!!
Muy buena historia te mantiene espectante , un beso y nos seguimos leyendo
Pobre... con ese corazón no puede ser un demonio... deberían dejar a los demonios con corazón convertirse, ¿no?
Me ha encantado tu historia, Miguel, me alegra que me visitaras.
Un beso.
Genial todo el relato, Miguel, y sobre todo me parece que muy bien cerrado.
Un abrazo.
Excepcionalmente bueno, me ha encantado. Un saludo
Brujas, enanos de menos de 1,5 metros, hombres de mas de 2...Peopertonic, un demonio? :-)
me ha gustado mucho...me recuerda las historias de cuando era niño....ahora de adulto me pregunto que puedes tener de demonio tu para verte en una fantasia asi, que significa que te acusen de asesino de bruhjas y te lleven a la carcel..:-) ¿de veras no quieres vivir en el infierno?
Un abrazo, muy bueno
Esta muy buena la historia por lo que entendi el demonio ya se habia salido anteriormente del infierno pero siempre vuelve por alguna razon, pobre, pero bueno me encanto la historia :)
Me encantó este fantástico relato, muy bueno, un placer tía Elsa.
"Estaba rodeado por cataratas de lava, ríos de fuego y nubes de sangre."
Condenados estámos. Un infierno caliente nos espera con las puertas abiertas... Pues habrá que hacer una fiesta allí abajo, no?
Saludos!
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