Suspirando profundamente, guardó su violín en el estuche de terciopelo mientras que un extraño hormigueo en su estómago le dejaba una sensación de intranquilidad y nerviosismo impropio en ella. No era una de esas tardes en las que Elsa dejaba de ensayar y se ponía a leer o a ver la televisión pensando en las musarañas.
En menos de veinticuatro horas, Elsa afrontaría la prueba de violín más importante de su vida. Había pasado tres exámenes anteriores con muy buena nota y tan solo le quedaba la prueba final, que consistía en la interpretación de una obra en un auditorio lleno de espectadores.
Después de finalizar sus diez años de violín, decidió opositar estudiando durante tres años más. Por la cabeza de Elsa pasaba su media vida de ensayos diarios en los que había sacrificado decenas de momentos para poder dedicarse a lo que la gustaba.-¿Había merecido la pena ese gran esfuerzo durante tanto tiempo?-.Una pregunta que no dejaba de hacerse las horas previas a la audición final.
Por lo general solíamos ir en grupo por si las moscas, pero esa calurosa tarde veraniega decidí dirigirme en solitario hacia un vertedero que ya había visitado en otro momento días antes. Estaba dispuesto a pasar una divertida y apacible tarde entre olores putrefactos y rancios sabores que me harían llegar al limbo.
Una vez allí, disfruté desde el primer instante en que percibí ese denso e intenso hedor que tanto me gustaba. No tardé en darme cuenta de que había más, que como yo, se ponían las botas en el “Vertedero de la Sota”, un lugar del que siempre salías satisfecho y feliz zumbando hacia cualquier lugar sin ninguna preocupación.
La profesora Berta Domínguez, directora del conservatorio San Jerónimo, estaba completamente segura de que Elsa obtendría esa preciada plaza de violinista profesional. Para esta profesora de violín no había posibilidad de que la audición saliera mal en ningún momento. Los padres, amigos y compañeros de Elsa confiaban plenamente en el virtuosismo y la destreza de ésta intérprete que se convertiría en una profesional de por vida.
A menos de tres horas de la prueba final, Elsa recibió muchas frases de apoyo de parte de sus compañeros de estudio, pero lo que más le animó fue lo que le dijo su amigo Alfredo Mera:
-Violinista de ojos azules, que tiemble lo que queda de ese tal David Oistrakh porque vas a bordar a Chaikovski como nadie lo ha hecho hasta el día de hoy.
Me sentía muy pesado y a la vez feliz como ese cercano fin de semana en el que pille una mosca tremenda. Revoloteaba con la familiar sensación del empacho en el denso ambiente veraniego, pero con la satifascción de salir del basurero habiendo aprovechado al máximo.
Según me alejaba de ese increíble y gigantesco vertedero, me crucé con algún conocido que otro, al que saludé sin mucho interés todavía inflado por la comilona.
Me dirigía algún lugar, sin rumbo, sin destino... a veces me gustaba ir a la aventura.
El auditorio “Pizzicato” tenía un aforo de 200 personas y esa tarde presentaba un lleno hasta la bandera. Nadie quería perderse la audición de Elsa.
Un gran silencio reinaba en las oscuras gradas repletas de espectadores que comían pipas y uñas suspirando con nerviosismo mientras miraban unos relojes que apenas avanzaban.
Cuando Elsa salió al escenario pudo observar un auditorio enmudecido y apenas sin luz. Tan solo veía una mesa tímidamente iluminada con seis personas que formaban el tribunal, seis jueces que decidirían sobre la obra que interpretaría en breves momentos.
Elsa estaba acostumbrada a este tipo de eventos, y aunque la presión era máxima y la procesión iba por dentro, sabía soportar con total profesionalidad un momento tan delicado y trascendente. Con mucha energía y seguridad, Elsa inició la presentación de la obra de Chaikovski que a continuación iba a interpretar.
No me disgustaban los interiores, por lo que me introduje en un gran edificio, que vi de casualidad, por una de sus ventanas superiores. Antes de esto, y gracias a mi gran experiencia en esta mala vida, me cercioré de que no hubiera instalada ninguna de esas mosquiteras que casi no se ven cuando vas deprisa y con algún nanogramo de más. Las odio: una vez reboté en una de ellas y estuve toda una tarde inconsciente sin poder moverme.
Dentro de este edificio, recorrí muchos metros de interminables y limpios pasillos de color blanco y olor a limón.
Sumergida en su partitura, Elsa interpretaba a Chaikovski con una gran perfección. Su rostro variaba dependiendo del momento de la canción, sin duda alguna estaba viviendo lo que en ese momento interpretaba, dejándose llevar aún siendo uno de los momentos más importantes y críticos de su vida.
El tribunal no la quitaba el ojo de encima y los 200 espectadores disfrutaban de la interpretación.
Era una obra bastante larga, dieciocho minutos y varios movimientos alternando diferentes tiempos y contrastando mucha energía y alegría con dulzura y tristeza. Una obra completa, sentimental y perfecta para poder demostrar las buenas dotes de Elsa con el violín.
Después de bajar por unas largas escaleras y llegar a un gran vestíbulo, pude observar como el entorno que me rodeaba había variado considerablemente: ya no eran esos colores blancos e insulsos que me aburrían, allí se apreciaba una tonalidad que me gustaba, con colores llamativos por las paredes y el techo. En el suelo había una alfombra roja que me transmitía una buena sensación por lo que decidí descansar sobre ella.
Llevaba un ratito escuchando una música de fondo que me llamaba bastante la atención. La melodía venía del otro lado de una gigantesca puerta de madera.
La verdad era que me encontraba muy a gusto sobre la alfombra, escuchando esa bonita música, pero pudo más mi curiosidad y accedí por una de las ranuras de la puerta a la habitación más grande que jamás había visto. Estaba muy oscuro, no se veía apenas. Al fondo de esta habitación, de donde parecía que provenía la música, había un punto alumbrado por varios focos. Me dirigí hacia allí sin pensármelo.
A medida que me acercaba, la música sonaba más y más fuerte,-Sin duda ese era el lugar de donde salían esas bellas notas-, pensaba para mí mismo.
Cuando estaba cerca vi mucha luz, pero lo que más llamó mi atención fueron esos dos círculos azules que brillaban como dos estrellas y que me hipnotizaron en cuanto los vi.
No pude aguantar la tentación y fui hacia una de esas perlas azules. De repente la música dejó de sonar radicalmente y todo lo demás son vagos recuerdos que no merece la pena ser contados.
Nadie se lo podía creer: la madre de Elsa se llevó las manos a su rostro, su profesora Berta cerró los ojos a la vez que lanzaba un suspiro interminable. Nadie se lo esperaba, nadie hablaba ni se movía a excepción de algunos miembros del tribunal que anotaban o cerraban con solemnidad sus cuadernos de evaluación.
Elsa dejó de tocar el violín. De un modo brusco y sin sentido, en medio de la obra.
Nadie presente en el lugar encontraba lógico lo que ocurría hasta que Elsa no llevó la mano a su ojo derecho y empezó a frotarse desesperadamente.
En ese momento todos los presentes en al auditorio “Pizzicato”, excepto yo, eran conscientes de que Elsa tendría que esperar varios años hasta la siguiente convocatoria de violinista profesional.
La brillante fruta
Hace 5 semanas
10 comentarios:
Inesperado relato. Muy bueno, de verdad. Muy poético, correcto en estructura y fascinante y veloz en el vuelo final.
Me ha gustado mucho.
Gracias.
Alucinante.
Hola, me encanta reconocer que me has enganchado.
Gracias por ofrecernos este cuento tan alucinante.
Desde Coruña un biquiño.
Diana.
Me gusta mucho tu imaginación ,sigue asi un beso
Hola
Para cuándo otro?
Venga, no nos hagas esperar más.
Un biquiño desde Coruña
Diana
si señor gonzalo:
Esta pagina de relatos esta de lujo.
Pues nada a ver cuando nos cuentas otra historia de estas. una cosa ¿Estan basados en hechos reales?
no se...
Venga hasta la proxima.
DESPIERTA! DESPIERTA! Que hay que ir al cole! El hermano pequeño de Tony se tiraba encima de su cama de un salto como casi todos los dias.
Siempre haces lo mismo Jerry, dejame un rato mas! Aun es pronto!
Buen final, Friki. ¿qué fue de melissa?
La verdad es que nunca mas se supo de ella. Se llego a oir que se habia vuelto a su pais, pero yo a dia de hoy, no me lo creo.
Si es que el azar es un elemento tan importante en nuestras vidas, mucho más de lo que nosotros mismos creemos. Bien contado, me ha gustado la dualidad de narradores (con el insecto personalizado de una manera que me ha aprecido de lo más irónica)
Un saludo,
Pedro.
super me han encantado tus relatos, y gracias por los comentarios sobre mi blog, a tu lado recien estoy en pañales, pero sabes que te voy a tomar de inspiracion, Saludos.
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