-!No, al gato no!- Grité a la vez que le empujaba haciéndole perder el equilibrio.
El sonido del perdigón, tras rebotar en una vieja chapa, me hizo sentir aliviado.
-Pero, ¿qué haces?- David se sorprendió, cabreándose.
-¡A los gatos no!- Dije rotundamente.
-Lo tenía a huevo... - Refunfuñaba, mientras cargaba con más munición la perdigonera que le regaló su primo Edgar.
Casi todos los días, cuando salíamos de clase, íbamos a la zona de "Las Arcas" a cazar gorriones. Las presas se las ofrecíamos a la señora Candelas que, con mucho gusto, se las cocinaba a su marido Julián. Había tardes que quedábamos con más amigos y jugábamos al escondite entre viejos vagones de tren que descansaban en la abandonada estación del pueblo. También solíamos caminar hasta un arenal, cerca de una pimpollada, donde construíamos cabañas con cartones y palés que recogíamos de un escombrero cercano. En el interior de esos chamizos, jugábamos y conversábamos libremente, sin miedo, porque allí, ningún mayor nos podía regañar. A veces también fumábamos.
Una tarde, mi amigo David y yo, nos dirigíamos hacia el arenal, merendando un currusco de mortadela con aceitunas. A pesar de que el sol se escondía detrás de las grises nubes, el calor era pegajoso e insoportable.
-Yo de mayor quiero ser Gastrónomo- David siempre salía por peteneras. -Me encantan las estrellas, los planetas, las galaxias... me encantaría volar hasta la luna... - David seguía con su monólogo mientras que yo miraba a lo lejos, hacia el arenal, donde se suponía que estaba nuestra cabaña.
-Calla David, ¡mira nuestra cabaña! -dije yo.
-¡Malditos Yerbas, otra vez que nos la han preparado!
En el pueblo, había una panda de chicos un poco mayores que nosotros, los Yerbas. A veces se metían con nosotros, nos destrozaban las cabañas e incluso nos pegaban.
David y yo nos lo tomamos con bastante filosofía y con los típicos gruñidos de rabia de David, fuimos al vertedero a recoger materiales para poder reconstruir la cabaña.
Entre los escombros y muebles viejos, siempre aparecían libros, discos de vinilo, antiguos juguetes... La gente tiraba a la basura de todo, una vez David se encontró un joyero prácticamente nuevo que regaló a su madre por su cumpleaños.
-Mira lo que hay aquí- Dije a David que, sin hacerme ningún caso, probaba entusiasmado una vieja bicicleta que no tenía ruedas ni tampoco sillín.
Abrí una cajonera antigua. En su interior encontré una extensa colección de estampas de vírgenes, santos, crucifijos de madera, un diario escrito con letra ilegible, varias velas de color blanco..., nada interesante. Volqué la cajonera arrojando el contenido al suelo mientras David se entretenía lanzando piedras hacia una botella de cristal. Me agaché para coger un libro que cayó al suelo, pero cuando lo abrí, observé que se trataba de un álbum de fotos.
El álbum contenía fotos en blanco y negro que se mantenían en perfecto estado. Eché un vistazo rápido a los retratos, pero no me parecían interesantes. Justo en el momento de cerrar el álbum para arrojarlo con fuerza hacia donde se encontraba David, me pareció que uno de los personajes fotografiados me había guiñado un ojo. Enseguida abrí de nuevo el álbum y busqué esa fotografía, que por un instante, me pareció que había cobrado vida.
El tipo de la foto tenía bigote, era alto, delgado, tendría unos 35 o 40 años y vestía un anticuado traje negro. Éste pestañeaba, me miraba..., de repente, ante mi asombro, se llevó el dedo índice hasta sus labios haciendo el gesto de que guardara silencio y se dio la vuelta dándome la espalda.
-¡David, corre, ven!
David se abalanzó hacia mí.
-¿Qué pasa?, ¿qué estás viendo?
-Mira este hombre, ¡se mueve! - Dije nervioso. El hombre de la foto se mantenía dándonos la espalda sin moverse lo más mínimo.
-Pero ¿qué dices?, si por algo me dice mi madre que no me junte mucho contigo.
-En serio, este hombre se ha movido.- Dije mirando fijamente a la fotografía.
-Samuel, déjate de estupideces y espabila, yo voy llevando estos cartones al Arenal- me dijo señalando tres grandes cajas de cartón que estaban en el suelo.
David se alejaba en dirección al Arenal, arrastrando el material que utilizaríamos para reconstruir la cabaña, y yo me quedé allí, de pie, sin moverme, todavía estupefacto mirando la fotografía.
-Hola Samuel.- El hombre de bigote se había girado y me miraba sonriéndome.
-¿Cómo...? ¿qué...? pero...- Yo no podía articular palabra.
-Mi nombre es Alfredo Furruñaña del Catón. Es todo un placer conocerte. -Dijo el hombre alegremente.
-No puede ser posible, ¿quién eres? - Por fín pude hablar, sosteniendo el álbum con las dos manos.
-¿Otra vez, Samuel?, ya te he dicho quién soy, ahora te presentaré a mi familia.
Yo lo miraba asombrado, por un momento se me olvidó que estaba sobre un montículo de escombros en el medio de un basurero.
-Pasa la página y verás a mi hijo Zacarías.
Yo le hice caso y pasé una página en el álbum. Me encontré con una foto de un joven con el pelo y las barbas descuidadas. Éste posaba en la foto dormido sobre una hamaca.
-No sé a quién habrá salido, se pasa todo el día así, como le ves, tumbado sin hacer nada - dijo Alfredo enérgicamente sin dejar de sonreír.
-¡Alfredo! ¡Ayúdame a encender la chimenea! - Una voz femenina salió del álbum.
-¿Quien ha gritado?- pregunté.
-Oh, es mi esposa Linda. Te la presentaré, vete a la página dos.
Abrí el álbum por la segunda página y me encontré a una mujer tan alta y delgada como Alfredo, con una especie de batín y agachada junto a una chimenea francesa intentaba poner lumbre con unas roñas y un fósforo. Alrededor de ella un pequeño perro se movía nervioso agitando activamente su rabo.
-Tenemos visita Linda - dijo Alfredo.
La mujer sobresaltada se dio la vuelta y tiró las roñas al suelo mirándome algo confusa.
-Alfredo..., ¡la próxima vez avisa! - Gritó la mujer, a la vez que se colocaba el pelo.
-Lo siento, no esperaba ninguna visita, ¿a quién tengo el gusto de conocer?- Me preguntó.
-Soy Samuel.
-¡Si yo digo que estás tonto! - David me gritaba al otro lado del escombrero, mientras soportaba en sus brazos un palé de madera que llevaba hacia el arenal.
Yo miré de nuevo hacia el álbum.
-Bienvenido a la casa de los Furruñaña. Yo soy Linda y este pequeño es Fosco.- Señaló al perro que seguía moviéndose inquietamente.
El hombre de bigotes apareció de nuevo en la foto de la segunda página.
-Ahora debes conocer a la pequeña Nika, tiene tu edad más o menos. ¿Donde está cariño?- preguntó Alfredo a su esposa.
-Está en su habitación. - Respondió ella.
-Ve a la penúltima página.- Me ordenó Alfredo.
Abrí el álbum como me dijo y allí encontré a una niña que tendría más o menos mi edad. Su cara era pálida y su pelo muy largo y negro. Permanecía tumbada sobre una cama leyendo un libro. Parecía muy concentrada y ensimismada en su lectura, tanto que no se enteraba de mi presencia.
-Hola Nika.- dije yo.
De repente a la vez que la niña pasó una página de su libro, la casualidad, hizo que una racha de viento azotara en la escombrera haciéndome perder el equilibrio en lo alto del montículo.
-Hola, ¿me puedes ver?- Insistí ante una niña totalmente absorta en su lectura.
-Espera, ya sólo me queda una página.- Dijo sin perder de vista el libro.
A los pocos segundos, la niña cerró delicadamente su libro y me miró con ojos brillantes.
-Me ha encantado. -Dijo con voz dulce.
-¿Qué libro era? -La pregunté.
-Una historia que escribió mi padre hace poco.
-Vaya, ¿y de qué trata?
-Se titula “Traficantes de Meñiques”, trata de unos extraños seres, “los fribucos”. Éstos se cuelan astutamente en los álbumes de fotos y se alimentan de los dedos meñiques de los gurrench.
-¿Gurrench?- pregunté sin entender nada.
-Si gurrench.
-¿Que es un gurrench?
-Yo soy un gurrench, los Furruñaña somos gurrench.
-¿Qué sois en realidad?- Pregunté.
-¿Cómo que qué somos? – Respondió, preguntando a su vez.
-¿Sois reales? – Yo preguntaba atónito.
-Somos personas retratadas, ¿nunca has visto a un gurrench o qué? - Preguntó extrañada.
-¿Pero tenéis vida?
-¡Pues claro que tenemos vida, siempre estáis igual, nunca lo entendéis! - Nika Furruñaña se alteraba por momentos.
-¿Quién no lo entiende?- pregunté.
-Vosotros sois los que no lo entendéis. Los que estáis ahí fuera no sabéis nada. Siempre pensáis que sois los únicos que existís, que sois los mejores, los seres superiores; os creéis el centro del universo y eso no es así.
De repente Nika paró radicalmente de hablar y se quedó inmóvil, escrutándome desde la foto.
-¿Nika?, ¿te pasa algo?- Dije yo a la joven, que petrificada me miraba sin pestañear.
-¡Estás loco, estás hablando con una fotografía!- David estaba detrás de mí observando a Nika.
-Debemos irnos de aquí, rápido, "los Yerbas" se aproximan con sus bicicletas. - Dijo éste seguidamente.
-¿Donde están? - Pregunté cerrando el álbum.
-Son unos 6 y vienen por el "Camino de las Rodás".
-¿Qué podemos hacer?- dije yo asustado.
-Estamos perdidos.- David contestó, llevando las manos a su rostro.
-Entrad en mi casa- La voz de Nika se oía desde muy lejos.
-¿Quién ha hablado?- preguntó David.
Abrí el álbum por la penúltima página y Nika estaba allí, nos miraba y se movía nerviosa.
-Samuel, venid a mi casa, ¡aquí estaréis a salvo!- Dijo, apremiándonos a entrar.
-Pero, ¿Qué es esto?- David gritó conmocionado viendo cómo la fotografía se movía y hablaba.
-¡Cerrad los ojos fuertemente! –Dijo Nika.
Los Yerbas estaban muy cerca, ya nos habían localizado y se acercaban velozmente hacia nosotros riendo y gritándonos todo tipo de improperios.
-¡Esto es una bobada!- David se negaba a cerrar los ojos.
-¡Por favor David, haz caso!- Le grité agarrándole por los hombros.
-¡Cerrarlos mucho más fuerte! – Nika gritaba.
-¡Fuerte, David!- Gritaba yo que ya no podía cerrarlos más.
-¡Apretad más, cerrarlos hasta que os duela la cabeza!- Nika no paraba de darnos voces.
De repente el intenso bochorno desapareció dando paso a un agradable frescor. Yo abrí los ojos, me encontraba junto a David en una amplia habitación con olor a limón. A través de la una pequeña ventana entreabierta, pude observar que la noche era muy oscura en aquel lugar. Un ligero viento entraba por la ventana y movía levemente las cortinas. Nika estaba en una de las esquinas de la habitación, aterrorizada, nos miraba asustada y se tambaleaba sin dejar de temblar.
-Hola Nika- Dije yo sonriendo.
-No, por favor…- dijo ella llorando.
Una tímida luz salía de una lámpara de lectura e iluminaba el habitáculo que estaba repleto de estanterías con viejos libros.
-¡No me hagáis daño!- Dijo Nika entre sollozos.
-Tranquila, no duele tanto como dicen.- Le dije yo.
-¡Nooo!
-Samuel, ha llegado el momento de catar los meñiques de los Furruñaña.
La brillante fruta
Hace 5 semanas
23 comentarios:
Ensaldas de meñiques, fotos que se mueven, gurriatos que cantan y de repente mueren.
“A veces las cosas no son lo que parecen.”
Salud
hola!eres muy bueno...una pena que tardes tanto en regalarnos tus cuentos...escribe más seguido--
me gusto tu historia....
seguira?
besos.
silvia cloud
¿Podrán salir del álbum?
David era un fribuco, sólo que se hacía el despistado.
La historia empezó a recodarme mi infancia y mi imaginación, pero conforme iba fluyendo todo, me sorprendió con muco agrado.
¿Fosco no fue en defensa de Nika?
Un saludo.
Genial! Perfecto! Me ha gustado muchísimo, muy bueno el relato y además con sorpresa final inesperada. Q bueno!
Bueno bueno... gonza... es la primera vez q comento aunque he leido todos tus relatos ya lo sabes....
Poko a poko t estas conviertiendo en escritor eh!!!!! bueno q me ha gustado bastante tu ultimo relato...
PROPUESTA: cuando tengas unos cuantos relatos podrias agruparlos y publicarlos en una primera edicion... y si va bien la cosa una segunda edicion... jeje
Un saludo
A veces las cosas no son lo que parecen muy interesante ! , un beso y quiero poder seguirte pero no encuentro la opción de seguir este bloh
Las cosas en general no son lo que parecen ...
Me quede leendo sin dejar una sola palabra porque el escrito está muy bueno, lleno de misterios y de palabras no escritas pero que uno percibe.
Saludos.
Sill
Eran Fribucos!!
Que final bueno.
Sigo tus relatos, me alimento de ellos, me aprovecho de tu imaginación, de las sensaciones creadas (tensión, curiosidad, ternura, rabia…), disfruto con la incitada vuelta a la infancia , visualizo mundos olvidados, me sacas de realidades y con la misma frescura me devuelves a ella, me recuerdas que existen los días con poesía…así que me siento en la obligación de participar con mi opinión, que va en la misma dirección que toman mis emociones…engancha!
O.o qué maravilla el relato... y para rematar... leo tu primer comentario...
Perfecto
Un saludo!
BUENO MIGUEL,YO TE LEO,Y PARA MI TUS RELATOS SON MUY BUENOS .SIGUE ASI .UN BESO....
Hola. Me gustaría ser un fibruco. Me imagino en el Museo del Prado, frente a las Majas de Goya.
Buen relato.
Genial, me gusto mucho.
Aun que creo que dejare de hacer favores.
Saludos
memo rockers
¡Pobre Nika! Si es que lo mejor es que cada cual se quede en su mundo y no se meta donde no le llaman. Muy bueno, siempre he pensado en la vida propia de las fotos y los cuadros.
Grande Gonza. No, si al final final vas a ser mejor escritor que tamborilero, y mira que eso ya es difícil.
Este relato lo tiene todo, sobre todo imaginación y originalidad...hasta el currusco de mortadela con aceitunas...
Sigue así. Te sigo.
Buen relato!!! Extravagante. Lo único que no me ha gustado son los nombres Furruñaña y el otro. Parecen escogidos tras un par de intentos al azar. Deberían estár integrados perfectamente en la historia y me parecen arbitrarios. Cuanto menos cosas arbitrarias hayan, mejor.
Como ves, es un defectillo insignificante comparado con la grandeza de tu historia. Ya sabes que yo siempre te miro con lupa y la verdad, es que no sé por qué.
Un abrazo!
He estado metido en la casa de los Furruñaña un buen rato hasta que los Yerbas han desaparecido.
La magia de la palabra me ha llevado alli.
Muy bueno.
Un abrazo
Furruñañas, grandes tipos.
Los yerbas siempre puteando al personal..
Ahora me quedo mirando los cuadros que veo por ahí, y alguna vez si que me guiña el ojo alguno... pero poco más..
Saludos Miguel:
Te felicito por este último cuento que me pareció muy original y entretenido. Sigue escribiendo que esperamos todos con gusto el libro.
Me encantó el cuento. Me encanta pasar por este remanso de paz. Se leen cosas diferentes.
Saludos!
muy bueno Gonza! Yo me espera que los Yerbas llegaran a donde se encontraba el album y en una de sus "trastadas" lo quemaran o empezaran a arrancar hojas. ¿con su trastada habrían salvado el meñique de Nika dejando atrapados a los fribucos?
Cadena Perpetua para los Fribucos ladrones de meñiques!!:D
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