A pesar de los testimonios y las imágenes que creí que me servirían para mentalizarme, in situ, quedé tremendamente impactado.
Los niños extraían el Coltan sin ningún descanso, filtrando incansablemente la arena en sus cribas, como antiguamente se buscaba el oro. Con herramientas rudimentarias, excavaban y movían grandes cantidades de arena sin parar. Apenas descansaban y sus vidas estaban en constante peligro por los habituales desprendimientos de tierra. En ocasiones, estos niños intentaban huir, hartos de la explotación y los constantes malos tratos de los soldados, pero los yacimientos estaban custodiados por guerrilleros que abrían fuego sin piedad ante estos pequeños inocentes.
Era la primera vez que viajaba al extranjero con la finalidad de ayudar a gente necesitada. Mi familia y mis amigos me intentaron quitar la idea argumentado que el Congo era un lugar muy triste, un destino peligroso y duro en el que no se podía hacer nada para mejorar la situación. Yo me empeciné e hice oídos sordos, tomé la decisión y ante eso, nadie pudo hacer nada.
Al poco tiempo de llegar a la República Democrática del Congo, me hice amigo de Abú, un Congoleño-Ruandés cuyo estatus social le diferenciaba de la mayoría. Este privilegiado heredó de su rico padre una gran cantidad de terrenos que cedía al gobierno del Congo para la explotación del coltan. A cambio, le garantizaban la seguridad de su familia al margen de la cruel guerra. Era éste un buen tipo al que no le quedaba más remedio que colaborar con el corrupto gobierno por su seguridad y la de los suyos.
Junto a Abú, cada mañana acudía a la zona norte de Mossendjo . Allí nos dirigíamos a una de las minas de Coltan que éste había cedido al Gobierno del Congo. Gracias a Abú, podía acceder a los yacimientos donde las pequeñas criaturas eran explotadas a punta de pistola.
La situación en los campos de trabajo era muy dura. Estaba tajantemente prohibido molestar a los niños cuando trabajaban. Yo sentía pánico cuando el militante armado hasta los dientes, y con órdenes de abrir fuego si lo veía oportuno, me observaba, seguramente por el color de mi piel.
25 minutos de descanso para 12 horas de trabajo ininterrumpido. El único momento en el que contactaba directamente con los niños era en ese pequeño espacio de tiempo. Moke, Bodo, Cheik, Luba, Seni, Depara y Zinsou, entre otros, dejaban sus rudimentarias herramientas y yo entraba en acción. Abría mis mochilas y ofrecía los sobres de comida que me proporcionaba una ONG francesa. Muchos de los niños no podían corresponder mi acto de solidaridad pues tenían el estómago similar al tamaño de una judía y no querían comer. Otros muchos aprovechaban el pequeño descanso y se quedaban dormidos en el suelo, casi inconscientes, intentando reponerse para poder superar la jornada. Era habitual que alguno no se levantara; cuando el militar le golpeaba de una patada y el niño no respondía, directamente lo echaban a la profunda fosa común.

La mayoría de los niños de esa zona hablaban suahili, pero siempre había alguno que chapurreaba francés.
Una tarde sucedió algo que marcó mi vida y la de muchos otros.
-¿Qué tal Luba?, ¿hoy no tienes ganas de hablar?- Pregunté a uno de los pobres niños.
-Estoy mal señor, muy mal.-Me dijo con muy mala cara.
-¿Que te ocurre?, ¿quieres comer?-Yo le pregunté preocupado, mientras otro de los niños me pedía una de las bolsas de comida.
-No señor. No quiero comer, me duele el estómago y la cabeza, no aguanto más.
Me acerqué a él y le dije enérgicamente, mientras le agarraba de sus hombros:
-Tienes que sacar fuerza Luba, tienes que ser fuerte. No sirve de nada quejarse.
Pero Luba cayó de rodillas al suelo. Las lágrimas caían por sus mejillas. Los demás niños observaban con gran tristeza la situación.
-Cinco minutos- Gritó un soldado en lo alto de un peñasco.
La situación me superaba. No sabía qué decirle. El pequeño Luba estaba realmente mal.
Me puse de rodillas frente a él, le agarré la cabeza y le besé en su pequeña frente.
En ese momento no vi otra salida, fue lo único que pude hacer, besarle. Dijera lo que le dijera, hiciese lo que hiciese, no hubiera servido de nada. Luba me miró y, pongo la mano en el fuego de que bajo ese sol infernal del Congo, me llegó a sonreír antes de caer al suelo desplomado.
En un país tan triste y pobre en el que la guerra es una forma de vivir y el ambiente siempre es tan frío, ambicioso y duro, es casi imposible ver a dos personas implicadas en un acto afectivo.
Una tarde Abú estaba a mi lado en la mina de Mossendjo.
-¿Los viste?, ¿Por que hacen eso?-Me preguntó Abú extrañado.
Fue duro a la vez que gratificante ver a Cheik como besaba la frente de Moke mientras le agarraba la cabeza. Abú no era capaz de comprender ese gesto de amor entre esos dos pobres niños.
Yo miré con algo de pena a Abú.
-Se han dado un beso- Le dije, que continuaba sorprendido por la situación.
-Pero, ¿por que?- Abú seguía descolocado, sin entender nada.
Quedé muy sorprendido con los niños de las minas que visité a posteriori. En cierto modo llegaban hasta a sonreír y se besaban en la frente agarrándose la cabeza con bastante frecuencia.
-Todo es por ti- Me decía Abú cada día que pasaba.
Las situaciones se repetían en las ciudades en las que la gente se despedía y se saludaba de igual manera. Éste nuevo gesto se extendió como la pólvora. El beso en la frente en el Congo se convirtió en un símbolo de amistad, cariño, amor, piedad y sobre todo de esperanza.

Fueron ocho meses muy intensos pero tuve que regresar a España. Abú me acompañó al aeropuerto de Tinkla. La despedida con éste gran hombre fue muy emotiva, le prometí que volvería en cuanto pudiera.
Abú me agarró la cabeza y me besó en la frente mientras que sus lágrimas se derramaban.
Regresé a mi país dejando a todos esos pobres niños en el mismo estado de esclavitud y de mala vida en el que los encontré, pero con el buen sabor de boca de haber dado un beso al Congo.
Los niños extraían el Coltan sin ningún descanso, filtrando incansablemente la arena en sus cribas, como antiguamente se buscaba el oro. Con herramientas rudimentarias, excavaban y movían grandes cantidades de arena sin parar. Apenas descansaban y sus vidas estaban en constante peligro por los habituales desprendimientos de tierra. En ocasiones, estos niños intentaban huir, hartos de la explotación y los constantes malos tratos de los soldados, pero los yacimientos estaban custodiados por guerrilleros que abrían fuego sin piedad ante estos pequeños inocentes.
Era la primera vez que viajaba al extranjero con la finalidad de ayudar a gente necesitada. Mi familia y mis amigos me intentaron quitar la idea argumentado que el Congo era un lugar muy triste, un destino peligroso y duro en el que no se podía hacer nada para mejorar la situación. Yo me empeciné e hice oídos sordos, tomé la decisión y ante eso, nadie pudo hacer nada.
Al poco tiempo de llegar a la República Democrática del Congo, me hice amigo de Abú, un Congoleño-Ruandés cuyo estatus social le diferenciaba de la mayoría. Este privilegiado heredó de su rico padre una gran cantidad de terrenos que cedía al gobierno del Congo para la explotación del coltan. A cambio, le garantizaban la seguridad de su familia al margen de la cruel guerra. Era éste un buen tipo al que no le quedaba más remedio que colaborar con el corrupto gobierno por su seguridad y la de los suyos.
Junto a Abú, cada mañana acudía a la zona norte de Mossendjo . Allí nos dirigíamos a una de las minas de Coltan que éste había cedido al Gobierno del Congo. Gracias a Abú, podía acceder a los yacimientos donde las pequeñas criaturas eran explotadas a punta de pistola.
La situación en los campos de trabajo era muy dura. Estaba tajantemente prohibido molestar a los niños cuando trabajaban. Yo sentía pánico cuando el militante armado hasta los dientes, y con órdenes de abrir fuego si lo veía oportuno, me observaba, seguramente por el color de mi piel.
25 minutos de descanso para 12 horas de trabajo ininterrumpido. El único momento en el que contactaba directamente con los niños era en ese pequeño espacio de tiempo. Moke, Bodo, Cheik, Luba, Seni, Depara y Zinsou, entre otros, dejaban sus rudimentarias herramientas y yo entraba en acción. Abría mis mochilas y ofrecía los sobres de comida que me proporcionaba una ONG francesa. Muchos de los niños no podían corresponder mi acto de solidaridad pues tenían el estómago similar al tamaño de una judía y no querían comer. Otros muchos aprovechaban el pequeño descanso y se quedaban dormidos en el suelo, casi inconscientes, intentando reponerse para poder superar la jornada. Era habitual que alguno no se levantara; cuando el militar le golpeaba de una patada y el niño no respondía, directamente lo echaban a la profunda fosa común.

La mayoría de los niños de esa zona hablaban suahili, pero siempre había alguno que chapurreaba francés.
Una tarde sucedió algo que marcó mi vida y la de muchos otros.
-¿Qué tal Luba?, ¿hoy no tienes ganas de hablar?- Pregunté a uno de los pobres niños.
-Estoy mal señor, muy mal.-Me dijo con muy mala cara.
-¿Que te ocurre?, ¿quieres comer?-Yo le pregunté preocupado, mientras otro de los niños me pedía una de las bolsas de comida.
-No señor. No quiero comer, me duele el estómago y la cabeza, no aguanto más.
Me acerqué a él y le dije enérgicamente, mientras le agarraba de sus hombros:
-Tienes que sacar fuerza Luba, tienes que ser fuerte. No sirve de nada quejarse.
Pero Luba cayó de rodillas al suelo. Las lágrimas caían por sus mejillas. Los demás niños observaban con gran tristeza la situación.
-Cinco minutos- Gritó un soldado en lo alto de un peñasco.
La situación me superaba. No sabía qué decirle. El pequeño Luba estaba realmente mal.
Me puse de rodillas frente a él, le agarré la cabeza y le besé en su pequeña frente.
En ese momento no vi otra salida, fue lo único que pude hacer, besarle. Dijera lo que le dijera, hiciese lo que hiciese, no hubiera servido de nada. Luba me miró y, pongo la mano en el fuego de que bajo ese sol infernal del Congo, me llegó a sonreír antes de caer al suelo desplomado.
En un país tan triste y pobre en el que la guerra es una forma de vivir y el ambiente siempre es tan frío, ambicioso y duro, es casi imposible ver a dos personas implicadas en un acto afectivo.
Una tarde Abú estaba a mi lado en la mina de Mossendjo.
-¿Los viste?, ¿Por que hacen eso?-Me preguntó Abú extrañado.
Fue duro a la vez que gratificante ver a Cheik como besaba la frente de Moke mientras le agarraba la cabeza. Abú no era capaz de comprender ese gesto de amor entre esos dos pobres niños.
Yo miré con algo de pena a Abú.
-Se han dado un beso- Le dije, que continuaba sorprendido por la situación.
-Pero, ¿por que?- Abú seguía descolocado, sin entender nada.
Quedé muy sorprendido con los niños de las minas que visité a posteriori. En cierto modo llegaban hasta a sonreír y se besaban en la frente agarrándose la cabeza con bastante frecuencia.
-Todo es por ti- Me decía Abú cada día que pasaba.
Las situaciones se repetían en las ciudades en las que la gente se despedía y se saludaba de igual manera. Éste nuevo gesto se extendió como la pólvora. El beso en la frente en el Congo se convirtió en un símbolo de amistad, cariño, amor, piedad y sobre todo de esperanza.

Fueron ocho meses muy intensos pero tuve que regresar a España. Abú me acompañó al aeropuerto de Tinkla. La despedida con éste gran hombre fue muy emotiva, le prometí que volvería en cuanto pudiera.
Abú me agarró la cabeza y me besó en la frente mientras que sus lágrimas se derramaban.
Regresé a mi país dejando a todos esos pobres niños en el mismo estado de esclavitud y de mala vida en el que los encontré, pero con el buen sabor de boca de haber dado un beso al Congo.
35 comentarios:
Miles de niños mueren por una guerra financiada por nosotros mismos.
Este relato trata de mostrar un poco la cruda realidad de un país africano: el Congo.
El Coltan es un conjunto de minerales utilizado en muchos dispositivos electrónicos: ordenadores portátiles, teléfonos móviles, GPS, televisores de plasma, PDAs, MP3…
Miguel... vine a agradecerte que hayas aparecido por mi blog. No me has comentado (o ahora no lo recuerdo, no me lo tengas en cuenta), pero has aparecido de repente como seguidor, para mi sorpresa.
Y encontrarme de golpe con esta entrada, tan dura y tan triste... pero tan necesaria, me ha emocionado y me ha dejado mal cuerpo, al pensar en esos niños justo unos días antes de emprender las vacaciones, donde disfrutaré de buena comida, bebida, compañía... y muchos besos y abrazos.
Me ha producido una pena infinita. Pero por eso mismo digo que este texto es necesario: para abrir ojos, refrescar memorias, ablandar conciencias... y tal vez cada persona que lo lea hoy, mañana será más sensible. Y tal vez ayudemos más. Y tal vez perdamos algo de egoísmo en favor de personas que nos necesitan.
Gracias por escribirlo.
Si señor!!
Buen relato para esta época del año.
Esto es lo que hay amigos, lo que hay aquí y lo que hay allí.
Scheibe!!!
Me asquea el mundo en que vivimos. Hace apenas veinte años, no necesitábamos móviles, ni plasmas, ni portátiles, ni mp3, y vivíamos igual.
Si este era el precio no merecía la pena. Y la canallada es haber creado la necesidad de estos dispositivos en nuestro ritmo de vida.
Y el cinismo inaudito, proclamar leyes para defender que los niños occidentales no falten ni un día a la escuela al tiempo que se promueve una guerra y se financia al gobierno de Congo para que no nos falte el suministro de coltan.
Algún día pagaremos por lo que estamos haciendo.
Gracias por este relato, Miguel. Debería leerlo mucha gente.
Un abrazo.
Porque me da la sensación que vuelven los diamantes de sangre?
Saludos
Pff...vaya historia... lo peor de todo es qu ela situación siga igual y nadie haga nada por intentar un cambio...
un beso
prefiero mil veces el de la factoría onírica. No me mola el tono periodístico. Por otra parte he estado dudando hasta el final del relato si era una situación vivida por tí en ese país. Eso está realmente bien.
Ahora bien. Tu has hecho algo por esos niños, muy pequeño, pero algo. En cambio yo no puedo decir lo mismo. Estuve este verano en la india y paso algo similiar que supe, entonces lo sabía, que iba a cambiar mi vida.
No vi desnutrición en la india. Vi miseria, suciedad, injusticia, analfabetismo, pero niños con la tripa hinchada y moscas en los ojos no. Te aseguro que me metí por los peores agujeros de Delhi.
Iniciando el viaje de regreso había un fantasma en una estación de Budgaya. Era un niño así, como he descrito antes, nadie le hacía caso, es más, nadie le veía.
De repente sentí tanta culpa que me puse a llorar. Fui a comprarle comida, este si podía comérsela, se comió de todo, siempre iba yo a por más, siempre se lo terminaba. No me daba las gracias (supongo que yo las anhelaba) ni me miraba ni nada. Era un espectro.
Mi novia y yo llorábamos por él y por nosotros. Juré, me juré que cuando volviera a españa haría algo. Llegué y todos mis asuntos volvieron poco a poco a absorverme. Me acordaba de él. "Mañana, cuando solucione esto, contacto con alguna ONG".
Y al otro.
Y al otro.
Y al final, nada.
Y ahora aquí estoy, aprendiendo a vivir en Inglaterra, con mi calefacción y mi portatil. Vivimos en paraíso de comodidad (y miedo) que existe porque hay un infierno de penurias (y miedo). Todos podríamos hacer algo. Pero es difícil renunciar a todo lo que nos rodea. ¿Como le niegas el chalet al empresario que se ha ganado el dinero honradamente?
¿Como evitas comprar ropa barata fabricada por niños si tu sueldo es una mierda?
Se podría, si nos pusiéramos de acuerdo. Si dejáramos de acumular objetos que no sirven para acallar el enorme ruido que hace en nuestra alma el saber que vamos a diñarla.
Por eso me pongo enfermo cuando veo gente que comenta tu historia indignada desde su sillón, sin hacer nada.
Porque me reconozco.
Simplemente: Una putada, las cosas son así.
Me río yo de nuestros problemas, que si ese chico q me gusta, q si depresión x aqui y depresión x allá...
En fin, que me estoy leyendo tu blog y me está gustando mucho, justo lo que buscaba: RELATOS.
La situación es tan desbordada que ya todo comentario queda chico.
Gracias por escribir sobre un tema tan desesperante triste.
Un saludo.
Gracias por la visita a mi blog.
Relato estremecedor y real. Desgraciadamente tan real y tan cotidiano que ya parece que no nos importa.
Nosotros mismos la estamos financiando, sí señor, lo malo es que la mayoría de la gente cree que es porque los congoleños son así: salvajes.
He de admitir, que cuando iba por la mitad (mas o menos) de tu relato he pensado: “otra típica historia sobre la explotación infantil”. Pero al terminar de leerlo, me he quedado sorprendido (una vez más).
Me encanta lo bien que está narrado. Me encanta como has expresado la impotencia del protagonista. Me encanta como has expresado la crueldad de los guardas. Me encanta como has expresado la ingenuidad de Abu. Me encanta como has expresado la resignación de los niños. Y : me encanta como has expresado el problema que sufren muchos países. Problema (que en mi opinión personal) esta ocasionado por la codicia y por la falta de valores de los que mandan en ese “tipo” de países. Es una situación denunciable, y el mero hecho de imaginármelo, me pone la piel de gallina y me “calienta” hasta límites infinitos. . . pero por desgracia es una situación en la que no podemos hacer nada, ya que los mandatarios de esos países no atienden a palabras. Y la única forma posible de luchar contra estas barbaries es “casi peor” que la misma barbarie.
¿Qué podemos hacer?
Jim
Pd. No quiero que se mal interpreten mis palabras. Estoy totalmente en contra de esta, y de otras muchas situaciones parecidas, que existen en el mundo. Pero he intentado expresar que no me siento culpable por comprar un MP3, aunque lleve Coltan, porque pienso qué: aunque nadie compre ningún aparato que lleve Coltan, ya se encargarían los mandatarios de esos países de encontrar otra forma de esclavizarlos. . . sé que mis palabras son duras, a la vez que tristes, pero: ¿Qué podemos hacer?. . .
la única forma es una revolución espiritual a gran escala de todo occidente, cuya piedra angular sea aprender a morir. Insisto: el consumismo y el materialismo son consecuencia directa del hecho de que somos conscientes de una cosa: la muerte. Este conocimiento es exclusivamene humano. Por eso compramos y compramos, para tratar de olvidarnos de las cosas malas, o que creemos malas. Y la reina de las cosas que creemos malas es la muerte.
Así que, ¿que sentido tiene acumular si la vamos a diñar? Por eso no funciona la historia.
Un beso, un beso lleno de todos los sentimientos.
La pobreza es una realidad terrible en cualquier recondito pueblo de cualquier continente.Lamentablemente el panorama para el próximo año no perece mejorar ( en todos los sentidos!!!!!). Supongo que lo único que se puede hacer ante los problemas universales es crear conciencia y no vivir inmersos en el consumismo fingiendo que todo esto no existe.
Una guerra, una d elas verguenzas que arrastramos :(
De verdad que intento luchar contra estas cosas, del modo que yo elegí (o pude) pero tengo al sensación de que no se avanza.
Buen relato, hace falta que las letras despierten conciencias.
Un saludo,
Pedro.
Siempre me han impresionado especialmente las historias sobre niños, pero desde que tengo hijas se me hacen mucho más difíciles de digerir. Soy consciente de que en el fondo mi postura tiene mucho de egoismo, de querer cerrar los ojos, y te agradezco que hoy me los hayas abierto un poquito.
Son los testigos de las otras navidades, ójala que cambie todo para ellos y disfruten de lo mismo que disfrutamos todos, salud,bienestar, dignidad, sobre todo dignidad. ¿Cómo decir Feliz navidad, después de haber leído algo como esto?. Un abrazo
¡Somos la monda!
Nos emocionamos con tu relato, pensamos en esos pobres niños inventados y los hacemos reales en nuestros cerebros, todos hemos oido historias similares en documentales, periodicos, rádios, pero en el fondo nos comunicamos desde algo que contiene coltan, detestamos a los gobiernos que directamente hacen esto, a los que lo propician y bla, bla, bla.
En realidad es todo mentira, estos niños nos importan un comino, lo que nos importa es el impacto de la historia en nuestra conciencia y si tenemos hijos más, pero seguimos aplastando con nuestro consumo a los más pobres, practicamos la caridad encubierta en siglas de ONG´s calmando así esta mala conciencia, y luego que...luego a seguir aporreando el teclado. Yo prefiero ser un poco más realista, solo un poco no hay que pasarse, y reconocerme como el hijodeputa que le importa un comino el niño negro muerto, y su ternura, y la de los gestos y las palabras, el pez grande se come al chico y esa es la realidad del ser humano, y aún pasarán muchos años hasta que la tendencia se invierta. El pie del soldado imperial revienta el crráneo del vencido, esto lleva siendo así desde siempre, lo que ocurre es que como con la electricidad, que solo se contamina donde se produce, nos hemos convencido de que el coche elctrico no contamina, el que quiera entender la analogia que la entienda...
entonces?
Tremendo que haya formas de vivir basadas en la guerra... ante la explotación, la injusticia, la barbarie... un sencillo beso en la frente de un niño puede cambiar el mundo. Un beso en la frente puede ser poderoso si se extiende, si se acrecienta. Un gesto, multiplicado en la debida magnitud, puede desmoronar las guerras.
He leido parte de tus relatos - en breve los leeré todos - y me parecen excepcionales, centrados en temas de enorme interés y magníficamente escritos. He terminado de leer el que dedicas al Congo y me he quedado sobrecogido, por más que sea una cuestión conocida y de enorme actualidad. He leido pocas descripciones tan contundentes como la que haces. Te felicito, te animo a seguir en esta linea y te advierto que te seguiré de cerca. Gracias por haberme dado a conocer tu dirección, que incorporo a mis blogs recomendados. Un cordial saludo
Involución desesperante :(
Felicidades por tus blogs, me gustó tú música.
Saludos
A veces me paro a pensar, y me doy cuenta del profundo privilegio que tenemos al haber nacido en esta orilla.
Donde las dificultades no son tales si las comparamos con las del exterior y donde los niños pueden crecer como lo que son, sin desfallecer en las minas y sin pistolas apuntando sus cabezas.
Todo esto es tan díficil...
Yo también intento o he intentado luchar al modo que elegí pero también me quedó el regusto amargo de saber que no se avanzó nada.
Ojalá todo llegue a cambiar algún día.
Un abrazo.
Muchas gracias por tu visita!
Gracias, porque este tema que abarcas, es super importante y creo que nos acerca más a una realidad que a veces, no nos importa..pero que es algo que debemos empezar a cambiar.
Un beso!!..
Eres siempre bienvenido a mi rincón..yo seguiré pasando por el tuyo..
Muchas gracias por tu visita!
Gracias, porque este tema que abarcas, es super importante y creo que nos acerca más a una realidad que a veces, no nos importa..pero que es algo que debemos empezar a cambiar.
Un beso!!..
Eres siempre bienvenido a mi rincón..yo seguiré pasando por el tuyo..
EXTIENDO UNA ALFOMBRA D E PAZ
D onde quieras que estes
O las de paz te alcanzarán
S entirás que de mi llegó.
M uchas VOCES hacen falta para cantar
I ntensamente un himno a la paz
L oas al amor en la humanidad.
N uevo mundo florecerá, queriendo
U nir a los hombres en un gran mesa,
E levando nuestra esencia de hermandad
V ientos de cambios buscarán un camino de
E ternidad
Buena historia. Y los mismos propósitos de fin de año. A mi me funciona el ordenador, ¿y a vosotros?
Removedor de conciencias.
Tu relato enseña una de esas realidades que hacen de este mundo un estercolero de conciencias, de golpes en el pecho, de despropósitos sin enmienda, de medidas políticas banales, de tanta y tanta injusticia que ciñe con fuerza la venda de demasiados ojos.
Gracias por tu visita.
Un saludo.
Creí realmente que estuviste en el Congo. Me ha impactado demasiado ponerme en el lugar del voluntario e imaginar la situación.
Muy grande, Miguel.
Un saludo.
Genial entrada para despertar después de esta borrachera de luz y color navideña...Otras realidades existen, otras realidades tan duras como las que aquí se pueden leer...Gracias por contarnos, por compartir con nosotros esta experiencia, por ayudarnos a abrir los ojos...
BSS
Una memoria para los que sufren en nuestras manos.
Interesante entrada.
Permíteme que te enlace en mi mar.
Besos!
De todas las personas que habrán ido, estado, permanecido un tiempo, ayudado y vuelto a casa después, no creo que ninguna haya podido dejar mejor sello que ese...
De piedra, con la piel de gallina y congelada, así me he quedado tras leer...
Me quito otro sombrero más, ¿qué más te puedo decir?
Un besiño!!!!
La que se alegra muchisimo de que me hayas "encontrado" en la blogesfera soy yo, porque venir a tu casa ha sido como sumergirme en un mundo en el que los sueños abrazan las mejores realidades, las de nobleza pura.
Millones de gracias, me encantaron todos los relatos pero este me sacudió el corazón de forma inmediata.
MIl sonrisas.
ANA
Conmovedora historia y mucha valentía de tu parte..chapo tio...lo terrible es que como tu bien dices esa y otras guerras estan financiadas por sonostros mismos.
Un abrazo
Hace tiempo que no lloraba leyendo algo...Gracias, por recordarme que todavía vivo y que aún puedo conmoverme.
Son realidades que están allí y que hacen que uno diga ¿hasta cuando?, ¡¡¡carajo!!!!...falta tanto por hacer. Abrazos
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