Se cuenta que en la época de las "viejas y oscuras lunas", reinaba en el territorio de Vaccius un Rey llamado Yerlén Ettim. Éste heredó la corona tras la sospechosa y fulminante muerte de su padre Jalón Ettim, quien le dejó a su cargo todo un poderoso imperio con cientos de propiedades, terrenos y siervos a su disposición.
El poderoso Rey Yerlén no se parecía nada a su noble y atractivo progenitor: corto de talla, relleno, sin casi pelo, boca pequeña, ojos grandes y una nariz realmente ancha..., no era precisamente el hombre más atractivo del reino.
En el castillo de Caucias, todos los habitantes se tiraban al suelo cuando Yerlén se aproximaba. Se podía percibir el miedo de su séquito cuando él se acercaba. Nadie quería correr riesgos. Era normal y cotidiano que Yerlén mandara ejecutar a personas inocentes por no rendirse a sus pies de forma rauda, llevar una vestimenta inadecuada o por hablar con otro cuando él estaba presente. El señor tenía excusas para todo cuando quería eliminar a alguien.
Las pocas tardes en las que salía el sol en la oscura y casi siempre nublada región de Vaccius, el Rey aprovechaba para darse un paseo con su caballo a orillas del río Gosto. Era una de las pocas veces que le gustaba abandonar el castillo solo, sin su séquito.
Cada noche los mejores músicos, las más bellas mujeres y los más excelentes cocineros deleitaban al Rey, cada uno en su campo.
Después de cenar los más exquisitos platos y beber el mejor vino francés al son de las letanías que interpretaban los trovadores más prestigiosos de Vaccius, el Rey pasaba la noche con bellas y dulces doncellas hasta que su cuerpo aguantaba.
Todas las mañanas, cuando el Rey despertaba solo y desnudo sobre su lecho, se odiaba así mismo. Se levantaba mientras se maldecía y se miraba al espejo con asco.
Recordaba la cara de repulsa de las doncellas obligadas a pasar la noche con él.....ni una sola mirada tierna, ninguna caricia sincera, ningún beso de amor en su horrible rostro...
Cada día, el frustrado Rey se enfrentaba a su rutina furioso, haciendo pagar a justos por pecadores, castigando sin causa y exterminando sin criterio.
Una mañana, el Rey Yerlén despertó en su cama, como siempre solo y triste. Tumbado hacia arriba, pensativo y suspirando por su malestar matutino vio como una mariposa se posó en la cama junto a él.
El desolado Rey observaba la bonita mariposa de alas azules y blancas. Pensaba en su desgraciada vida, todo lo tenía a su alcance, todo... excepto una mujer que le amara y le quisiera de verdad.
De repente, la preciosa mariposa fue aplastada por la palma de la mano de Yerlén. Al Rey le cambió la cara, mostraba una sonrisa que no era propia de él cuando se levantaba por las mañanas. Al Rey le había inspirado una bella mariposa y estaba contento por la decisión que acababa de tomar.
Junto al patio de armas del castillo de Caucias se encontraba la sala de decisiones. Allí estaban todos los grandes caballeros y máximos vasallos de la corte real que habían sido citados por orden del Rey de Vaccius para tratar un tema de urgencia. Se situaban de frente al señor y permanecían sentados en grandes sillas de madera con rostro de preocupación.
El Rey Yerlén, autoritario y solemne, dio la orden de sacrificar a todos los hombres del reino de Vaccius que fueran más bellos que él.
Los caballeros allí reunidos no dieron crédito a lo que oyeron pero tuvieron que acatar esta nueva orden en el nombre del Rey.
Los soldados del reino fueron informados de la nueva orden y empezaron a eliminar a todos los hombres que consideraban más bellos que el Rey Yerlén. Muchos de los soldados no habían tenido la oportunidad de conocer personalmente al rey, por lo que los caballeros reales ordenaron, que en esos casos, sacrificaran a todos los hombres más bellos que ellos mismos.
Cientos eran los soldados que se encargaban de observar los rostros de esclavos, artesanos, campesinos, herreros, burgueses.... para de decidir sobre sus vidas.
La sangre corría en todos los rincones del reino de Vaccius y las mujeres enviudaban con la misma rapidez que el miedo se apoderaba de los hombres que temían ser ejecutados.
En la Torre del Homenaje del castillo de Caucias, el Rey se sentía cada vez más satisfecho. Apoyado en una de las ventanas miraba a través del horizonte reflexionando sobre su plan, un plan que se estaba llevando a cabo como el quería. Dentro de poco, el Rey Yerlén sería uno de los más bellos hombres de su reino y la mujeres querrían amarlo para siempre.
Un caluroso día, en el que, como de costumbre, hombres inocentes eran asesinados sin escrúpulos en aldeas y pueblos del reino de Vaccius, el Rey Yerlén, cabalgaba a orillas del río Gosto disfrutando de la hermosa tarde bajo unos viejos robles.
El Rey bajó del caballo y lo acercó lo suficiente para que bebiera agua. Yerlén se reflejaba en un remanso del río, por una vez no se veía tan mal, por una vez se sentía bien con su rostro.... -ya no soy tan feo, pensaba y reía a la vez.
De repente dos viejos y feos soldados se acercaron a él por la espalda. En cuanto el Rey vio que éstos se aproximaban sin ningún tipo de cortesía, se enfadó y entre insultos les pidió a voces que se inclinaran ante él, ante el Rey.
Los soldados le ignoraron y uno de ellos lo apuntó con una ballesta.
-Por orden del Rey va a ser eliminado.
-Yo soy el Rey idiotas!!
Los soldados reían sin creer las palabras mientras uno de ellos dejó de reír pasando a concentrarse tras su ballesta.
Una mariposa azul y blanca volaba alrededor del Rey Yerlén. Éste la miró cuando se posó sobre su hombro mientras que, a la vez, notó que algo le atravesaba el corazón.
El poderoso Rey Yerlén no se parecía nada a su noble y atractivo progenitor: corto de talla, relleno, sin casi pelo, boca pequeña, ojos grandes y una nariz realmente ancha..., no era precisamente el hombre más atractivo del reino.
En el castillo de Caucias, todos los habitantes se tiraban al suelo cuando Yerlén se aproximaba. Se podía percibir el miedo de su séquito cuando él se acercaba. Nadie quería correr riesgos. Era normal y cotidiano que Yerlén mandara ejecutar a personas inocentes por no rendirse a sus pies de forma rauda, llevar una vestimenta inadecuada o por hablar con otro cuando él estaba presente. El señor tenía excusas para todo cuando quería eliminar a alguien.
Las pocas tardes en las que salía el sol en la oscura y casi siempre nublada región de Vaccius, el Rey aprovechaba para darse un paseo con su caballo a orillas del río Gosto. Era una de las pocas veces que le gustaba abandonar el castillo solo, sin su séquito.
Cada noche los mejores músicos, las más bellas mujeres y los más excelentes cocineros deleitaban al Rey, cada uno en su campo.
Después de cenar los más exquisitos platos y beber el mejor vino francés al son de las letanías que interpretaban los trovadores más prestigiosos de Vaccius, el Rey pasaba la noche con bellas y dulces doncellas hasta que su cuerpo aguantaba.
Todas las mañanas, cuando el Rey despertaba solo y desnudo sobre su lecho, se odiaba así mismo. Se levantaba mientras se maldecía y se miraba al espejo con asco.
Recordaba la cara de repulsa de las doncellas obligadas a pasar la noche con él.....ni una sola mirada tierna, ninguna caricia sincera, ningún beso de amor en su horrible rostro...
Cada día, el frustrado Rey se enfrentaba a su rutina furioso, haciendo pagar a justos por pecadores, castigando sin causa y exterminando sin criterio.
Una mañana, el Rey Yerlén despertó en su cama, como siempre solo y triste. Tumbado hacia arriba, pensativo y suspirando por su malestar matutino vio como una mariposa se posó en la cama junto a él.
El desolado Rey observaba la bonita mariposa de alas azules y blancas. Pensaba en su desgraciada vida, todo lo tenía a su alcance, todo... excepto una mujer que le amara y le quisiera de verdad.
De repente, la preciosa mariposa fue aplastada por la palma de la mano de Yerlén. Al Rey le cambió la cara, mostraba una sonrisa que no era propia de él cuando se levantaba por las mañanas. Al Rey le había inspirado una bella mariposa y estaba contento por la decisión que acababa de tomar.
Junto al patio de armas del castillo de Caucias se encontraba la sala de decisiones. Allí estaban todos los grandes caballeros y máximos vasallos de la corte real que habían sido citados por orden del Rey de Vaccius para tratar un tema de urgencia. Se situaban de frente al señor y permanecían sentados en grandes sillas de madera con rostro de preocupación.
El Rey Yerlén, autoritario y solemne, dio la orden de sacrificar a todos los hombres del reino de Vaccius que fueran más bellos que él.
Los caballeros allí reunidos no dieron crédito a lo que oyeron pero tuvieron que acatar esta nueva orden en el nombre del Rey.
Los soldados del reino fueron informados de la nueva orden y empezaron a eliminar a todos los hombres que consideraban más bellos que el Rey Yerlén. Muchos de los soldados no habían tenido la oportunidad de conocer personalmente al rey, por lo que los caballeros reales ordenaron, que en esos casos, sacrificaran a todos los hombres más bellos que ellos mismos.
Cientos eran los soldados que se encargaban de observar los rostros de esclavos, artesanos, campesinos, herreros, burgueses.... para de decidir sobre sus vidas.
La sangre corría en todos los rincones del reino de Vaccius y las mujeres enviudaban con la misma rapidez que el miedo se apoderaba de los hombres que temían ser ejecutados.
En la Torre del Homenaje del castillo de Caucias, el Rey se sentía cada vez más satisfecho. Apoyado en una de las ventanas miraba a través del horizonte reflexionando sobre su plan, un plan que se estaba llevando a cabo como el quería. Dentro de poco, el Rey Yerlén sería uno de los más bellos hombres de su reino y la mujeres querrían amarlo para siempre.
Un caluroso día, en el que, como de costumbre, hombres inocentes eran asesinados sin escrúpulos en aldeas y pueblos del reino de Vaccius, el Rey Yerlén, cabalgaba a orillas del río Gosto disfrutando de la hermosa tarde bajo unos viejos robles.
El Rey bajó del caballo y lo acercó lo suficiente para que bebiera agua. Yerlén se reflejaba en un remanso del río, por una vez no se veía tan mal, por una vez se sentía bien con su rostro.... -ya no soy tan feo, pensaba y reía a la vez.
De repente dos viejos y feos soldados se acercaron a él por la espalda. En cuanto el Rey vio que éstos se aproximaban sin ningún tipo de cortesía, se enfadó y entre insultos les pidió a voces que se inclinaran ante él, ante el Rey.
Los soldados le ignoraron y uno de ellos lo apuntó con una ballesta.
-Por orden del Rey va a ser eliminado.
-Yo soy el Rey idiotas!!
Los soldados reían sin creer las palabras mientras uno de ellos dejó de reír pasando a concentrarse tras su ballesta.
Una mariposa azul y blanca volaba alrededor del Rey Yerlén. Éste la miró cuando se posó sobre su hombro mientras que, a la vez, notó que algo le atravesaba el corazón.
Por Miguel González Aranda (Marzo 2008)
5 comentarios:
La finalidad de la mariposa era acompañar el tránsito real con su suave aleteo?
Hola, he conocido hoy tu blog y me ha gustado.
Seguiré leyéndolo.
Un saludo desde Coruña.
Bonito blog. Me gusta mucho el diseño. De momento sólo he tenido tiempo para detenerme en el primer relato pero te visitaré con frecuencia (te pongo en mi Reader). Estaré encantada de intercambiar enlaces como tú me propones.
Fantástico relato. Has de corregir algunas técnicas de escritura, pero está muy bien.
Buen relato, que mantiene la atención del lector hasta el final.
buenísimo el relato.
me ha encantado el desarrollo y la puesta en escena.
te pongo en favoritos.
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