-Hola, buenas tardes.
-¡No gracias, no me interesa!
Sin darme tiempo a decir nada, la puerta se cerró delante de mis narices.
Ser vendedor de libros es una tarea tan complicada como dura. Aguantar día tras día cientos de portazos de mal educados que ni siquiera te escuchan, es una ardua labor que no todo el mundo es capaz de soportar.
-Hola, buenas tardes.
-¡Ya tenemos teléfono gracias!
-No, si son libros.
-¿Libros?- Dijo un hombre de ancho bigote y camisa de hombreras que me examinó de arriba abajo.
-Si mire, tengo las mejores novedades y las.....
El hombre cerró la puerta sin decir nada, dejándome con la palabra en la boca.
Acabé odiando los pisos sin ascensor, las puertas con mirilla, el horrible pitido del telefonillo de cada portal, los ladridos de los perros hogareños, el olor a fritanga de vecinos que carecen de extractor, el reggaeton que sonaba en casas que nunca se abrían y los timbres con melodías tan largas como horteras.
-Espíritu, si estás aquí, manifiéstate.
-Javier, hijo mío, dinos algo.- Dijo Eusebio, un desmejorado hombre de rostro afligido.
-¡Haga el favor de callar!- La voz de la médium era solemne.
-Espíritu nuestro, te evoco y conjuro desde este, nuestro mundo terrenal.- La espiritista hablaba muy lentamente. -Desciende del mundo de los muertos y manifiéstate ante tu familia que, aquí presente, desea saber de ti en tu nueva vida.
Jacinta, su esposo, Eusebio y su hija, Esther, permanecían agarrados entre sí por sus manos, alrededor de la mesa, observando a la anciana que, pausadamente, hablaba con sus ojos cerrados.
-Espíritu, si estás aquí, háznoslo saber.
Evidentemente no todo en este trabajo era malo. Había momentos simpáticos y divertidos en los que las situaciones eran de lo más dispares. Una vez llamé a una casa en la que se estaba filmando una importante película para adultos de producción alemana. En esto que me abre una exuberante rubia sin apenas vestimenta y, creyendo equivocadamente que yo era el crítico de cine que estaban esperando, me indicó por gestos que accediera al apartamento. Yo, patidifuso, observé gran parte del rodaje hasta que apareció el verdadero hombre que estaban esperando:
-¡Verflucht Vollidiot!- No parecía nada bueno lo que un ancho alemán me gritaba.
-Espíritu, muéstrate ante nosotros, porque así lo queremos y deseamos con todas nuestras fuerzas.
-Esto no funcionará.- Eusebio volvió a interrumpir.
-¡Haga el favor, padre!- Esther dijo enfadada.
Eusebio secó sus húmedos ojos y, suspirando profundamente, volvió a agarrarse a su mujer e hija. La espiritista lanzó unos polvos sobre la mesa y dijo unas extrañas palabras en algún idioma, muy parecido al latín. De repente se levantó de su silla y, medio temblorosa, dijo:
- Me temo que somos pocos. Necesitamos más energía humana.
-¿Qué podemos hacer?- Dijo Jacinta.
Uno de esos días de fina lluvia de invierno, en los que sólo apetece estar en casa, ascendía por las escaleras de un antiguo piso para intentar vender la última novedad literaria en promoción: “El Gran Koala”. Este ejemplar no era difícil de vender puesto que, además de ser una novela entretenida y barata, con cada compra de ésta, regalábamos un pequeño libro de relatos de suspense.
Como siempre, más de un ochenta por ciento de los vecinos, o no me abrían o no me escuchaban. Tuve la suerte de vender un ejemplar a los del 4ºA, dos jóvenes americanos que estudiaban español. Seguí subiendo escaleras hasta llegar a la octava y última planta, donde me ocurrió algo que jamás olvidaré. Llamé a la última casa del bloque, el 8ºD.
-¿Esperamos a alguien?- Preguntó Esther.
-No. –Contestaron Jacinta y Eusebio al unísono.
El sonido del timbre hizo que la espiritista saliera del trance en el que se encontraba.
-Si la persona es de confianza, no nos vendría mal. Necesitamos más energía terrenal, sino, será complicado conectar. –Dijo la médium con uno de sus colgantes en la mano.
-Iré a ver quién es.- Dijo Jacinta saliendo rápido del salón.
Cuando Jacinta abrió la puerta, se encontró con un joven desconocido. Era rubio, alto y delgado. Tenía gafas y llevaba un maletín en su mano izquierda. Vestía bastante aparente, con una chaqueta americana de color verde y un pantalón negro. A simple vista, no parecía mala persona.
Me disponía a descender las ocho plantas del antiguo piso, cuando la puerta del 8ºD se abrió. Al otro lado una mujer ojerosa de unos sesenta años me miró con un rostro apenado. Vestía completamente de negro y llevaba un moño, como antiguamente gastaban las abuelas. Pude percibir un olor rancio que se incrementó a medida que me acercaba a ella.
-Buenas tardes. Mi nombre es Rodrigo y me gustaría ofrecerle el libro perfecto. Se trata de una novela titulada “El Gran Koala”, ¿la conoce?
La mujer negó con su cabeza sin decir nada. Ella me miraba como si estuviera ida, como si pensara en otra cosa.
-Si quiere le puedo comentar más sobre esta obra y, si usted se anima a comprarla, le regalo otro magnífico libro: una recopilación de historias de suspense. ¿Cómo lo ve?
La mujer seguía sin hablar y con la mirada perdida. Yo empecé a ponerme nervioso.
-Lo siento señora, igual es que, claro.., no le he preguntado; no le gusta leer, es eso, ¿verdad?
En ese momento quería desaparecer de allí. La mujer tenía toda la pinta de estar completamente loca, e intentar venderla una novela no tenía sentido alguno.
-Siento haberla molestado señora, que la vaya bien.-Dije girándome para bajar por las escaleras.
Inesperadamente, bajando el cuarto escalón, la mujer me habló:
-Espera un momento joven.
-¿Por qué tarda tanto madre?-Dijo Esther a su padre.
- No lo sé hija, esta mujer es así, me está poniendo enfermo.
El padre y la hija estaban nerviosos. La médium, al contrario, permanecía aparentemente relajada pero sin perder la concentración.
-Iré a buscarla.- Dijo Eusebio levantándose de su silla, sin poder aguantar más.
En ese momento se abrió la puerta del salón.
-Perdonad el retraso, mi sobrino Bernardo tuvo que ir baño. –Dijo Jacinta junto a un joven al que nadie conocía.
Cuando entré en el salón, junto a la tal Jacinta, quedé completamente aterrado. Una mesa redonda iluminada con una lámpara cuya luz era tan débil como la anciana que la presidía, hizo que un escalofrío recorriera gran parte de mi cuerpo. Por las indicaciones previas que me hizo Jacinta, observé a Esther, su hija, y a su deprimido esposo, Eusebio. Sentía pánico por la situación con la que repentinamente me había topado y no tenía claro si saldría sano y salvo de esa casa de locos. Únicamente confiaba en que Jacinta cumpliera con su palabra.
-Reanudemos la sesión- dijo la anciana mientras se mojó sus dedos con un líquido oscuro.
Me senté entre Esther y Eusebio. Fui sorprendido cuando ambos me tomaron por mis manos. La anciana, con sus ojos entornados, comenzó a realizar extraños sonidos guturales. Yo observé el panorama y no podía creerme donde me encontraba. Dios mío, ¿dónde me he metido?, pensaba; están todos como cabras.
-Espíritu nuestro, te evoco y conjuro desde este, nuestro mundo terrenal.- La médium daba verdadero miedo. Su voz no parecía del todo real y su cuerpo se balanceaba ligeramente hacia delante y detrás según hablaba. Empecé a notar el sudor de mis manos agarradas a las de los extraños personajes que me rodeaban. A pesar de que mi olfato se había acostumbrado al olor añejo de la vieja casa, de vez en cuando, bocanadas agrias impactaban contra mis fosas nasales provocándome náuseas.
-Espíritu, si estás aquí, manifiéstate. – La anciana seguía con sus llamamientos. Había entrado en una especie de trance en el que su cuerpo y voz vibraban de forma sobrehumana.
Me fijé en Eusebio. Por su apenado rostro, unas tímidas lágrimas se desprendían desembocando en su barbilla. Él no sabía si cerrar o abrir sus ojos, estaba poseído por el ansia de querer contactar con su hijo Javier a toda costa.
-¡Espíritu, únete a nosotros porque así te lo pedimos y deseamos con todas nuestras fuerzas!- La médium insistía.
De repente, Jacinta me miró. Parecía que había llegado el momento. Jacinta se levantó y fue hacia una de las oscuras esquinas del salón.
-Ohh, ¡Dios mío!- Gritaba.
La espiritista salió de su trance. Eusebio y Esther se levantaron de la silla asustados, sin saber que estaba ocurriendo.
-¿Qué te pasa madre?- Dijo Esther acercándose a ella.
-¿Es que no ves a tu hermano querida? – dijo Jacinta entre sollozos.
Eusebio lloraba y se echaba las manos sobre la cabeza:
-¡Ohh Dios mío, y encima mi mujer se vuelve loca!
-Madre, tranquilícese, se lo está imaginando.
Jacinta acariciaba suavemente al aire y yo decidí que había llegado mi momento:
-Estáis ciegos, ¿No veis que lo está acariciando? – dije yo acercándome al surrealista escenario.
-¿Cómo?- Esther me miró sorprendida.
-Nadie puede negar que aquí hay un joven sentado. -Con aparente calma, señalé la silla vacía.
Eusebio se acercó moviendo su cabeza de lado a lado, intentando poder ver que es lo que estaba acariciando su esposa.
-Su señora lo está acariciando en este mismo instante. – Dije intentando ser lo más natural posible.
Seguidamente, la Médium pronunció unas valiosas palabras:
-A veces no todo el mundo puede percibir lo que nos rodea. Déjenme decirles que yo tampoco estoy percibiendo a vuestro querido Javier, pero respetemos a las personas que están teniendo esa fortuna y aprovechemos el momento.
-¡Pero si éste ni si quiera es nuestro primo Bernardo!- dijo Esther mirándome despectivamente.
-Lo sabía desde el instante en que llamó al timbre intentando vendernos algo.- Dijo la Médium presumiendo de su don.
Maldita vieja, ¿cómo ha podido saberlo?, pensé yo.
-Javier nos está hablando.- Dijo Jacinta
-¿De verdad? - Eusebio preguntó emocionado.
-Habla muy bajo.- dije yo.
-Si, guardad silencio, por favor.- Jacinta ordenó.
Eusebio se colocó de rodillas en frente de la silla vacía:
-¿Qué dice mi Javier? – dijo éste entre lágrimas.
-Dice que está harto de tus llantos.
-¿Cómo?
-Pues eso, me está diciendo que no quiere verte llorar, que cada lágrima que derramas es similar a un latigazo en su espalda.- Jacinta miraba a la silla vacía, parecía una auténtica actriz.
-Dios mío, ¡no lloraré jamás!- Eusebio se secó sus lágrimas con la manga de su jersey.
-También dice que él sería feliz de no ser que cada día nos ve mal. Dice que su nuevo mundo es maravillo y que lo único que lo atormenta son nuestros llantos y plegarias.
-A partir de ahora todo será diferente. – dijo Eusebio.
-Dice que se tiene que ir. Nos manda besos y nos repite que, por su bien, seamos muy felices.
-Adiós hijo mío, no lo dudes, seremos felices sabiendo que tu estás bien. – dijo Eusebio con una sonrisa que me emocionó.
Jacinta y Eusebio se fundieron en un abrazo mientras que Esther y la Médium me observaban sospechosamente.
-Muchas gracias.- Jacinta me hablaba sigilosamente en el recibidor de la casa.
El antiguo joyero no podía cerrarse por la cantidad de alhajas y sortijas de toda una vida.
-Toma, esto te pertenece.- me dijo sin subir el volumen, mirando hacia la puerta del salón por si venía alguien.
-No lo puedo aceptar.
-¿Por qué?- dijo extrañada.
-Con la sonrisa de su esposo he tenido más que suficiente. – le dije cogiéndola de los hombros.
-No se como agradecérselo.- Me dijo con la voz entrecortada.
-No se preocupe. Sean muy felices. –Le dije mientras salía de la casa.
-Muchas gracias.- Ella sonreía.
Justo antes de cerrarse la puerta, me volví:
-Un momento, ¿no querrá un ejemplar de la novela, "El Gran Koala"?.
-No gracias, no nos gusta leer.
La brillante fruta
Hace 5 semanas
36 comentarios:
Un vendedor de libros, una mujer desesperada y su entristecido esposo, son los protagonistas de este agridulce relato.
"Una mentira que, en su justa medida, cambió a un desdichado pobre hombre".
Magnífica historia, y contada con un estilo ejemplar. Una conexión entre desconocidos sin mediar palabra.
Me ha gustado.
Un saludo,
Unes dos historias parleleas y le das un toque mágico para algunos y mentiroso por otro. Pero no consigue su principal objetivo, el vender libros.
A veces una mentira sacia toda lágrima.
Un saludo.
hola!me encanta...qué historia!mezclaste todo muy bien...
eres excelente...me gusta lo que escribes...
hazlo más seguido..
es un placer visitarte...
besotes.
silvia cloud
Como siempre, bordado!
Me he aficionado a tu blog y eso que solo he hecho una visita...
Volveré...
besicos
Ha sido muy grato llegar aquí, y la presentación tuya hecha por Sara genial....!!
Ay ...si todos tuviéramos la facilidad de expresarlo así, como hizo Sara...
Hace poco me pidieron un curriculum y me olvidé de algunas cosas que ´"podrian " ser relevantes...ja!...(hablaré con Sara! ;-)
Muchas gracias por este entretenido relato...ni idea tienes como me lo "he devorado"..
No importa si no logró su objetivo de la venta.... ganó experiencia! jejeje!
Gracias por añadirte a mis seguidores!
lo que es yo estaré pasando...
Ali
Ha sido muy grato llegar aquí, y la presentación tuya hecha por Sara genial....!!
Ay ...si todos tuviéramos la facilidad de expresarlo así, como hizo Sara...
Hace poco me pidieron un curriculum y me olvidé de algunas cosas que ´"podrian " ser relevantes...ja!...(hablaré con Sara! ;-)
Muchas gracias por este entretenido relato...ni idea tienes como me lo "he devorado"..
No importa si no logró su objetivo de la venta.... ganó experiencia! jejeje!
Gracias por añadirte a mis seguidores!
lo que es yo estaré pasando...
Ali
Es la primera vez que entro y te puedo asegurar que no sera la ultima, me ha fascinado la historia del vendedor, buenisima.
Voy a seguir leyendo lo que escribes.
Con cariño
Mari
La historia es genial. Pero el final casi la supera... ese vendedor de libros que, por encima y a pesar de todas las cosas, quiere vender libros... ;)
P.D. Aunque a mí me parece fatal que haya gente a la que no le guste leer :/
Un besote!
Como siempre... genial....
Esta vez me quedo (quitando todo el entramado real de la historia)
con el ultimo dialogo en el que al final al vendedor de libros le vuelven a rechazar la compra de un libro.....
Puede que esta historia tuviese más lugar en un viernes trece, es decir la semana pasada, jeje.
En serio, muy buena la escena del encuentro del protagonista con la medium. Y la foto de la silla acompaña una barbaridad. Todo un acierto.
Maravilloso..sorprendente y fascinante, alucinante y fantástico..genial! como siempre...
Y el relato también.
Un beso
Muy interesante,
Te dejo un saludo desde la armonia del coaching.
paz
pacobailacoach.blogspot.com
Hola Miguel
(Primera parada)
He venido a ver tu blog esta mañana, le he dado vuelta como a una media (un calcetín), leí la presentación que de ti hace tu novia, y me he alegrado de que aún seas libre de la presión de haber ganado un premio de literatura.
Con el mayor gusto me he anexado como seguidor de tu cuaderno de viaje y espero poder estar pendiente de las historias que fluyan de tu ordenador.
Te cuento un poco de Casa de los Cuentos.
Al amanecer, antes de salir de casa, leo un cuento. Luego, dentro de una botella bien tapada lo lanzo al mar y así dejo un rastro para poder regresar. Preparo entonces un morralito y me voy de paseo por la red en busca de contadores de cuentos, letras nuevas, fabuladores, nuevos amigos, para aprender y compartir.
Esto hago cada mañana.
Estoy dedicando esta semana a leer escritoras contadoras de cuentos y me he encontrado cosas maravillosas que deseo compartir. Te invito para que pases de nuevo por mi Casa, espero que lo que estoy leyendo te guste tanto como a mí.
Saludos para Sara y tu gato Sócrates, desde Mérida-Venezuela.
Jabier.
me ha encantado el relato
un placer conocerte
saludos
elegante, sin duda la coordinación y el enlace entre las 2 historias...
Emotiva historia...
Humanidad entre gente desconocida, poco vista habitualmente.
Fuera de serie
¿estos iletrados salvajes!
mantiene la tensión, me gusta y me recuerda las historias de unos oficiales postales,con los que trabajé hace unos años, que contaban historias de sus tiempos de carteros, aunque parezca una exajeración tu relato, oí muchos parecidos durante esos meses.
Vaya, la venta puerta a puerta, que tantas experiencias te otorga.
Me ha gustado el relato. Enhorabuena.
Un placer igual, Miguel y gracias.
Me ha encantado, no esperas nunca lo que iba a pasar.
Saludos!
Una muy buena historia.
1saludo
Aunque tengo preferencia por otro tipo de escritos,tus historias me parece que estan muy bien expuestas.Saludos Mariano
Esto es una pasada...
Hace3 poco que te leo pero tus relatos me encantan. Me gusta el escritor fluido, ágil que en pocos renglones permite traslucir la loca indiosincracia de la humanidad, besos tía Elsa.
Un relato genial y sorprendente, te felicito :)
He tenido que cerrar mi blog, por problemas de plagios y falsas acusaciones, ahora tengo otro GRACIAS Y PERDONAD LAS MOLESTIAS.
http://paseandoporterra2.blogspot.com/
Besosss
Buenos relatos, de los que no abundan en la red. Al menos para los que sí nos guata leer. Felicidades, Miguel.
muy bien Miguel, un abrazo!
Guau, no sé quién eres pero realmente escribes como un profesional, me has dejado muy asombrado!
En fin, sigue escribiendo así de bien. Saludos!
Qué bueno!
Ah! me encanta!
interesante la forma en que relatas la historia.
Saludos maestro.
muy bueno!
los amantes de la lectura te agradecemos.
Muy interesante.
Un besito Rosario
jajajja, mola. Es un gran tema lo del vendedor a domicilio de libros. Durante los años 70 era hasta una profesión respetable, XDD.
Oye, Miguel, yo hace poco probé Bubok y me gustó bastante. Podrías reunir todos estos relatos y autoeditartelos, ¿eh?
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